Todos hemos admirado
alguna vez a algún visionario, genio o crack adelantado a su tiempo.
Este año se conmemora el 20 aniversario de la muerte de uno de los
"pequeños grandes" de la historia del motociclismo: me refiero al
neozelandés John Kenton Britten. Máximo respeto a su legado.
George Barber, Virgil Elings, Charles Nearburg, Jim Hunter, Kevin Grant, Gary Turner, Mark Stewart y Bob Robbins tienen algo en común: son dueños de una de las motos de competición más vanguardistas y sofisticadas de la historia. Una de esas obras de arte creadas en los bajos de una casa con mucha ilusión e ideas rompedoras: la Britten V-1000. Entre 1992 y 1998 sólo se construyeron 10 motos y nueve de ellas se reunieron hace poco en el Museo Barber dentro del marco del exclusivo XI Vintage Festival, algo que sólo sucede una vez en la vida. La unidad que faltaba descansa en el Museo Nacional de Nueva Zelanda. Tú también podrías entrar en este selecto grupo si alguno de ellos te quisiera vender una unidad por el millón de euros en el que se cotiza cada una, por no hablar de la intocable V-1100 (la única con dorsal amarillo) propiedad de la familia.
John Britten falleció el 5 de septiembre de 1995 con 45 años por cáncer de piel, o lo que es lo mismo, por culpa de su adicción a la fibra de carbono, material con el que consiguió fijar el peso de su moto en 138 kg. Carrocería, llantas, basculante (3 kg), horquilla, subchasis (4.2 kg), juntas de culata, tapas de las correas… oro negro diseñado y fabricado con sus propias manos, al igual que la mayoría de piezas de la moto… en su propio garaje de Christchurch, la ciudad natal donde nació y murió la leyenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario